No es posible Flaco escapar de los besucones; te acosan, te detienen, te persiguen, salen a tu encuentro por aquí, por allá, por doquier y en todas partes. De nada serviría una molesta úlcera o pústulas inflamadas ni mentón repulsivo o sucios líquenes, ni labios embadurnados en espeso ceroma ni una gota de congelada moquilla. Te besan cuando estás acalenturado o muerto de frío, cuando estás reservando los besos para la novia. No te defiende la cabeza cubierta con la capucha ni la litera protegida con pieles y con velos ni te librará la silla de manos profusamente cerrada; te entrará el besucón por todas las rendijas: no les alejará ni el respeto al cónsul, ni el tribuno, ni las crueles varas, ni el soberbio zurriago del escandaloso lictor. Aunque te sientes en elevado tribunal y hagas justicia a las gentes desde la silla curul, en uno o en otro caso, hasta allí subirá el besucón; te besará si tienes fiebre, si lloras, si bostezas, si estás nadando o defecando.
Yo encuentro un solo remedio a este mal: hacerse con un amigo a quien no se quiere besar.
Me has hecho recordar aquella epidemia de herpes labial que obligó a Tiberio a prohibir los besos....por lo visto lo de besucones les venía de tiempo atrás....
ResponderEliminarPon un besucón en tu vida...
ResponderEliminarMartial, has hecho que me de grimilla pensar en un beso, eso no es bien...
ResponderEliminarBueno, nos metemos, ya desde chicos, cosas peores en la boca y no nos ha pasado nada, así que...¡vivan los besucones!
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