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viernes, 30 de julio de 2010

El mar en un cubo

Las caracolas y los cangrejitos se precipitan en el cubo.
Los recoges con delicadeza...
Te encanta acumular crustáceos para luego volverlos a arrojar al mar, como una ofrenda a Poseidón, un modo de agradecimiento a la vida y a la Naturaleza, pues jamás harías daño a ningún animal, fuere cual fuere su tamaño.
Miras el cubo y me sonríes.
Este ha costado. Ha sido muy complicado enseñarte a coger cangrejos. Pero ya dominas la técnica a la perfección... y eso que te infundía temor.
Ahora acaricias un ermitaño, un bígaro en la concha, un nido de patitas que patalea en el aire implorando piedad.
Tenemos un buen botín... todo el mar en ese cubo rosáceo.

jueves, 29 de julio de 2010

En el cielo

Acabo de despertar. Noto cierta presión sobre mi nuca, propia de una mala postura. Siempre fui incapaz de dormir bien con los pies en el suelo o ligeramente recostado en el asiento de un avión. Bostezo y miro por la ventanilla, que se abre a la troposfera. Admiro una extensión considerable de agua, el lago Como creo, y ya en el horizonte se levantan los imperecederos Alpes. Es fascinante y conmovedor a la vez. Abrir los ojos y tener una ventana abierta al mundo, observándolo desde diez mil metros de altura, y percibir las nubes juguetonas que acarician el paisaje como trocitos de algodón.

Valles y ciudades, ciudades y valles. Todo avanza a un paso lento pero preciso, a ochocientos o novecientos kilómetros por hora en la realidad. El continente se pierde y el resplandor del sol ilumina mi cuaderno y proyecta la sombra del lapicero garrapateando. Ahora veo nieve. Las nieves perpetuas en los riscos. No me hago a la idea tras el sofocante calor de la isla y las noches sudorosas.

La aeronave se tuerce sobre el ala y un paraíso blanquecino se extiende ante mis ojos. Nubes y nieve. Nieve. Que recuerdos al mirar la nieve. Serpentea por las laderas como ríos blancuzcos, motea las montañas enmascarando su superficie terrosa, enmarcando cada uno de sus escarpados detalles.
Las nubes se metaformosean en seres aguerridos y aparecen como temerosas explosiones. Un mar gaseoso de nubes revueltas, con miles de formas diferentes, zoomorfas, rocas etéreas... la ciudad encantada en el cielo.

La imagen avanza a través del ventanuco. Todo blanco y celeste. Un blanco disperso, cegador, vasto, turbulento... que se derrama suavemente sobre la tierra. Un celeste acogedor, infinito...
El sueño de los hombres, de los pioneros como los hermanos Writght. Surcar el mar de nubes. Que poco valoramos hoy este hecho, esta sensación. A mí me parece increíble. Un siglo y poco, y superamos con creces esa envidia hacia las aves. Quizás, otro siglo, y viajaremos por las estrellas.
Tengo hambre...



Imagen: Las nubes se metaformosean en seres aguerridos y aparecen como temerosas explosiones. Un mar gaseoso de nubes revueltas, con miles de formas diferentes, zoomorfas, rocas etéreas... la ciudad encantada en el cielo.

miércoles, 28 de julio de 2010

Las otras estrellas de Hollywood. Asta

Ayer disfruté con una película de 1934 titulada La cena de los acusados, en el inglés original The Thin Man. Los protagonistas son un detective y su mujer, Nick y Nora (todo el día de buen rollo dentro de un diálogo mordaz y una dialéctica que en ocasiones roza lo surrealista). Pero junto a ellos aparece Asta, un Fox Terrier que ameniza muchas de las escenas, entre ellas cuando al oír un disparo se oculta bajo un sofá, jugando con un globo o simplemente acompañando al detective a inspeccionar un taller cerrado utilizándolo de sabueso y de “perro guardián”(¡?).
Sinceramente el perro cae simpático desde el primer momento, de ahí que con la saga del detective (seis películas más) éste tomara más protagonismo, desempeñando escenas en solitario o junto a otros de su especie.
El verdadero nombre de esta estrella era Skippy (el Asta primigenio, luego vinieron otros evidentemente). Nació en 1932 y se retiró en 1939. En la red aparece mucha información sobre esta estrella canina, para todos los gustos y todo tipo de curiosos del mundo cinematográfico.
Yo lo recordaba desde pequeño. Lo sé. Me gustan los Fox Terrier desde el momento que vi esta película (creo que mi cándida memoria es lo único que retenía del film). Ayer tuve cierta reminiscencia al visionarla de nuevo y me volví a reír con el perro, como no. Hasta tres veces repetí la escena del disparo y la escampada del bicho hacia las entrañas del sofá (la recomiendo). Sin duda la película hubiera sido entretenida sin el perro, pero este le da cierto aroma inocentón y recreativo... el perro nos aleja de la trama y nos introduce en ella, va y viene. Nos despista con sus actuaciones, pero al fin y al cabo es el can de un detective, y está ahí, en el tajo. Es Asta.

martes, 27 de julio de 2010

Cartas a Paulo (27 de julio 2763 Ab Urbe Condita)

Saludos Paulo,

A veces las cosas suceden por algo... siempre suceden por alguna razón. Lo jodido es saber que van a suceder y saber que es imposible evitarlo o sea cuál sea la consecuencia asumirla por cojones. Es cierto que llevo a la tristeza de compañera, junto con la ansiedad, la angustia y el desamor, como esos jinetes que cabalgan en el alba del fin de los tiempos, sembrando la discordia, el malestar y la destrucción.
Bueno Paulo, estate tranquilo... no haré como Petronio. Tengo tantos proyectos y tantas cosas que hacer que me centraré en eso, sí, como hace nueve años (que atroz fue aquel momento), ahora me amparan diez años de experiencia. Atisbo nuevas metas, espero... o quizás la vida me atice otro tortazo, ya me voy acostumbrando.

Valete,
Un abrazo.