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viernes, 27 de agosto de 2010

Una partida de dominó a 700 metros de profundidad...

[A los 33]

Hoy por la mañana, mientras desayunaba, veía las noticias. El telediario (noticiario) se iniciaba con las primeras imágenes del refugio de los mineros de San José, descamisados, sudorosos y muy delgados. Hablaban a la cámara, saludaban y se observaba cierto atisbo de regocijo en sus demacrados rostros. Algunos sonreían tímidamente, otros con más descaro, moviendo la mano en un saludo a aquellos que nos hallamos aquí arriba, expectantes, un saludo natural, involuntario, que siempre surge de nuestro alma al ver que una cámara de televisión nos enfoca... en este caso el saludo tiene un significado más amplio, dirigido a las familias, como rezando: “hola, estoy bien, pronto estaré con vosotros”.

Han explicado como los sacarán de allí, subrayando que las tareas de rescate durarán un período de al menos tres meses. Bueno, como dijimos con anterioridad, paciencia. Preocupados por la salud, sabemos que ahora se presenta como un problema, pero ya están recibiendo ayuda en forma de alimentos y medicamentos.

Quizás la mayor de las dificultades reside en la salud mental, soportar una situación de estas características es inimaginable (yo no quiero ni imaginármela). Es una situación ciertamente agónica, desesperante...
La cámara ha realizado una panorámica sobre el refugio, una oquedad penumbrosa, donde sobresale una mesa (o algo parecido) en el centro, de color ocre o rojo. El foco de la videocámara puede engañarnos, nunca reproduce los verdaderos colores. Sobre la mesa unas fichas, esparcidas, colocadas... son piezas del dominó. Entonces el cronista dice tan tranquilo: “los mineros están bien, pasan el tiempo jugando al dominó”. Bueno, me ha impactado, ellos allí, tan serenos, matando el tiempo jugando a tan popular juego, desarrollando el talento en colocar una pieza tras otras, correlativas, intentado ahogar al oponente, cerrando o dominando la partida con la última de las fichas.

No quiero divagar. No quiero pensar como deben sonar las fichas sobre el tablero, al colocarlas, en aquel apartado lugar ¿Apartado? Recóndito lugar más bien. Un sonido hueco. “Pito-seis; me doblo; seis-cuatro; me vuelvo a doblar; a cuatros; paso; paso; cuatro-tres; paso; tres-pito; pito-dos; me doblo; dos-blanca; hala, se acabó...”. ¡clas!
En cierta manera, esto me tranquiliza... esto me da a entender que ellos asumen la situación, que saben que es cuestión de tiempo... la revancha en el bar, compañeros, cuando juguemos al dominó en una mesa de madera, con unas cervezas, más concentrados, sosegados, con la luz del sol filtrándose a través de las ventanas del local, liberados.



Imagen: la revancha en el bar, compañeros, cuando juguemos al dominó en una mesa de madera, con unas cervezas, más concentrados, sosegados, con la luz del sol filtrándose a través de las ventanas del local, liberados.

martes, 24 de agosto de 2010

Crónica de un rescate anunciado. Paciencia

Ahora ¿Ya podemos respirar tranquilos? Ahora debemos tener paciencia. Quizás para Navidad ellos volverán a casa, con los suyos, a descansar, a superar ese traumático episodio, propio de la negligencia y de la falta de escrúpulos de unos que hacen llamarse salvadores de la Patria. Pero no es todavía el momento de pedir responsabilidades o de exigir explicaciones, es el momento de centrarse en el rescate y de sacar con vida a esos treinta y tres hombres, es lo que merecen, es lo que merecemos... los impropios para cuando ellos estén sanos y salvos en la superficie. Espero que algunos eviten baños de multitudes o muestras de personalidad mesiánica, espero que sólo se concentren en la vida y la decencia de los rescatados... lo pido de todo corazón. Ahora deben ser atendidos y se debe mantener su estado de ánimo al máximo, el encierro va a ser largo y necesitan todo nuestro apoyo, principalmente el de la familia, pero también el de todos nosotros.

He visto las primeras imágenes de los mineros. Las primeras imágenes de la cámara montada en una sonda, descendiendo por el profundo, profundísimo, insondable agujero... descendiendo a los abismos, por esa herida perpetrada a la Madre Tierra para rescatar de sus vísceras a treinta y tres trabajadores. Sinceramente, decir, que me he emocionado al ver el rostro de uno de ellos ante la cámara. La imagen difuminada va tomando forma, y de repente se dibuja un rostro, unos ojos, una mirada, curiosa, implorando ayuda, satisfecha... son los rasgos de Florencio Ávalos, jefe de mina, cuya vida ha cambiado bruscamente desde aquel 5 de agosto.

Han hablado por teléfono, proclamando a gritos: “Viva Chile”... la moral es ahora alta, muy alta. Ni oscuridad, ni sed, gracias a las infraestructuras allá existentes, pero si hambre, mucha hambre...
Estad tranquilos muchachos. Lentos pero constantes. No evaluemos los riesgos, seamos positivos, seamos optimistas. Yo quiero que vuelvan a casa, anhelo que lo consigan, y creo que lo van a conseguir. Me agradaría saber que vosotros, los lectores, creáis lo mismo, como una verdad absoluta. No estáis solos mineros.




Imagen: y de repente se dibuja un rostro, unos ojos, una mirada, curiosa, implorando ayuda, satisfecha...

lunes, 23 de agosto de 2010

Una nota de esperanza, escrita en rojo, el amor por la supervivencia.

[A los 33]

En las entrañas de la Tierra, a dos pasos del mismísimo Infierno se encuentran treinta y tres hombres, vivos de milagro dicen, vivos en su resistencia y en su natural ansia de sobrevivir, proclamando: “estamos bien en el refugio los 33”. Vivos en su fe, en el amor de retornar a besar fervorosos a sus mujeres, de abrazar a sus hijos, de volver a compartir momentos junto a sus amigos... de volver a saborear la "cola de mono", de volver a sonreír contemplando los Andes imperecederos.

La noticia llegó como un soplo de aire fresco en una tarde calurosa, llegó como la paloma de Noé, con su ramita de olivo en el pico, llegó como la resurrección de Lázaro, llegó bajo la forma de una nota de papel ajada donde los mineros garrapatearon un mensaje de esperanza en letras rojas y torpes, pero portadoras de un afán, de una lucha por regresar al mundo de los vivos. Un mensaje pegado al hierro de una perforadora, único testigo de que ellos todavía siguen con vida, allá, abajo, en el estómago de la montaña, en lo que parecía ser su segura sepultura.

Esa nota ha sido vista ya, hoy, por todo el mundo. Ha conseguido que la gente se aglomere frente al televisor, juntos, unidos aún más, con lágrimas emotivas en sus ojos, pasionales, clamando al Cielo con millones de gracias, de muchas gracias... abandonando ese estado de aflicción que tantos días han llevado consigo, como una losa pesada, como un incómodo compañero de viaje que ahora despiden con la esperanza de no volver a ver jamás. Berrean los claxon de los automóviles por la ciudad, por los pueblos, por los campos... las sirenas de los bomberos toman voz, las estridentes sirenas de murmullo metálico y bocinero se transforma en música milagrosa, en música celestial, vaticinando que treinta y tres vidas se han recuperado. Repican las campanas de todas las iglesias de Chile, congregando a los fieles, fieles a la vida y a la justicia. Bailan, suben, bajan, con sus rígidas faldas de bronce... ¡Las campanas de la alegría! ¿Por quién doblan las campanas? Preguntaría Hemingway... hoy doblan por la vida de unos hombres, feroces, que se han resistido a morir, que se niegan a perder toda ilusión, orgullosos de querer volver a admirar el azul, el rojo y la estrella.

Ahora hay que ser pacientes... los treinta y tres saben que toda una nación están pendientes de ellos, que no han sido dejados a su suerte, y que los esfuerzos son máximos para que ellos salgan de la penumbra, de esa situación angustiosa de ser enterrados en vida. Respiran un aire pesado, seguro, un aire que ha pasado de la pesadumbre de la muerte al anhelo de la vida. Entumecidos, agotados, sudorosos, con sus ojos acostumbrados a la oscuridad total... pero sabiendo que pronto, quizás en meses, pero pronto, meses que parecerán años ¿Cómo debe transcurrir el tiempo en semejante escenario?

Pronto sentirán esa brisa en su agrietada piel, pronto se alimentarán en amplias bocanadas de oxígeno, sentirán el agua deslizarse por sus poros mohosos, sentirán el calor y el cariño de sus seres más cercanos, de sus compañeros, de sus conciudadanos, de todos los trabajadores del planeta, de todos aquellos que todavía conservan cierto resquicio de respeto y dignidad.

Y por favor pido. Si un drama de este calibre acaba en final feliz, en el alboroto, en la sonrisa de todos... se deben tomar medidas drásticas para evitar que algo así suceda de nuevo. Los intereses de unos pocos no pueden prevalecer por encima de la vida de unas personas que día a día dejan su piel, dejan su pellejo... es lamentable que tengamos que experimentar estas convulsiones en el corazón, este sabor amargo, este desprecio que algunos hombres sienten por otros, fundamentando sus caprichos materiales en la explotación discriminada de los necesitados, de aquellos que debemos afrontar lo cotidiano como la aventura más grande jamás escrita.

Los treinta y tres trabajaban en las entrañas de la Tierra, a unos pocos pasos del mismísimo Infierno, cerca de la caverna que alberga a Cerbero, seguro, con sus tres cabezas: la hipocresía, la explotación y la falta de humanismo. Los treinta y tres viven allá abajo, viven, sí, y pronto volverán a estar entre nosotros, muy pronto.

Un hálito de ánimo desde el otro lado del océano.




Imagen: la nota de la esperanza.