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martes, 26 de octubre de 2010

Vértigo

Llevaba una semana sin escribir. El vértigo me impedía pensar, si bien me ha hecho ver otras cosas con la claridad más absoluta. Era como estar borracho sin beber, como estar drogado sin haber tomado drogas... bonito, barato, insoportable. Una semana en la que el mundo ha girado a mi alrededor, y de que manera ha girado por Dios. Todo daba vueltas, y vueltas, y vueltas ¿Dónde estoy? Ahora ya sé lo que es el movimiento de rotación de la Tierra, aunque a su vez parecía experimentar el de traslación, un baturrillo de ambos en mi alocada cabeza.
Pero todo rueda, a todo se le da la vuelta, todo se transmuta. La sinceridad que se transforma en hipocresía, las palabras que se transforman en nada, los cumplidos que se transforman en vacío. Todo vira. Estoy lo suficientemente mareado, harto, para aguantarme en pie, anhelando tumbarme, cerrar los ojos y dormir, como un trocito de muerte que me hace olvidar todo lo que me sucede alrededor, sea bueno o malo, el descanso.
Yo también pienso en ti, me regodeo dibujando tu imagen en mi mente, me deleito con tu sonrisa y tus ojos color océano.
Un chasquido arremete contra el silencio imperante. Sacude mi viaje astral. Ya estaba en la luna y me vuelvo al mundo presente. Una compañera ha dejado caer un vaso de agua que se ha sacudido en un postrero crac y ha saltado fragmentado, expandiendo su cuerpo sólido por la superficie en un chillido vidrioso. Levanto la mirada soñolienta y maldigo el momento. Justo cuando comenzabas a mirarme con esos ojos penetrantes y enigmáticos, una mirada que me incomoda, pero que es a la vez placentera y como no, vertiginosa.



El vértigo desvirtua la realidad pero no los sentimientos.