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viernes, 18 de junio de 2010

Dolor de muelas romano


Para la chica que se ruboriza cuando le coges de la nariz:



Este texto pertenece a un libro sobre la vida de los romanos. Es genial, y nos hace reflexionar sobre los métodos naturalistas para curar el dolor. Los comentarios entre corchetes son míos, con la finalidad de hacer un poco más amena la lectura del documento. Disfrutarlo.

"Esa malvadísima dolencia es tan rebelde a toda cura, que para combatirla no bastaba ni el laserpicio*. Debemos decir que a este propósito las opiniones de los médicos divergían [como en la actualidad, te vuelven loco]. Algunos sugerían como calmante introducir el laserpicio en la cavidad de la muela enferma, y cerrarla con un poco de cera [un poco chungo ciertamente]. Otros, como Plinio el Viejo, desaconsejaban aquel remedio, citando el caso de cierto individuo a quien el dolor, a consecuencia de aquella imprevisora aplicación, llegó a ser tan fuerte que, para acabar de una vez, se tiró de cabeza desde una altura. Se le pasó, cierto es, el dolor de muelas…,¡pero, por Dios Santo, de qué manera! [lo dije: chungo chungo].Para aliviar el dolor de muelas se obtenía en cambio algún resultado con métodos más suaves, como la pulpa de calabaza con ajenjo y sal, o el jugo lactífero del tallo de la mostaza [la versión clásica del metamizol magnésico, eso es el Nolotil marca registrada]. Se creía también que para mantener sana la dentadura bastaba con disolver un poco de sal, a la mañana en ayunas, debajo de la lengua, y también masticar raíces de anémonas, o hacer tres veces al año un enjuague con sangre de tortuga [tenéis que probarlo, nunca falla, es infalible, en el supermercado venden sangre de tortuga a granel]. Vinagre caliente y jugo de calabaza volvían la estabilidad a los dientes que se meneaban [no me lo creo] Pero cuando, a pesar de todo esto, los dientes enfermaban y el mal se tornaba espasmódico, no había más remedio sino aguantarse; como ocurre en otras contingencias de la vida" [es lo que hay, a joderse].

*La planta medicinal panacea de los romanos.

jueves, 17 de junio de 2010

El gato famélico

Esta semana el tema entre bloggeros era el amor, he aquí mi aportación. Gracias por vuestra atención.


Érase una vez un gato famélico
en busca del amor.
Rebuscaba en la basura, removiéndola,
esperaba hallar algo con sentido
en esta podrida sociedad, en sempiterna crisis
y en perpetuo consumismo.

Rebuscaba entre los deshechos, algo vivo que
le concediera las ganas de vivir y ser feliz.
Felicidad.
Gran reto esa felicidad,
ente que se plasma en un estado de absoluta confianza.

Apartó la espina carcomida,
el hueso roído
y el tomate putrefacto.
Exploró curioso porque debía haber algo más.
Un corazón desconsolado,
un alma deseosa de empalagarse en risas.

Sus ojos son de miel,
miel que se desprende despacio.
Le gusta esa miel,
renueve y remueve, quiere miel...

Esa miel se desprende hacia su boca,
entremezclándose con la dulzura de sus labios,
más melosos todavía,
provocando una ambrosía apetitosa,
dulce de la vida y de la felicidad.

El gato quiere esa miel.
Deja la espina y el hueso,
el fruto prohibido y podrido.
Miel que reaviva la vida,

el gato hambriento que
desea un solo sentimiento:
la comprensión, y
toca a la puerta.

La puerta del mundo,
de su vida.
Se abre y emocionado, el gato
piensa que le quieren conocer,
de tener la oportunidad de compartir momentos,
intercambiar instantes, de sentirse
por fin alimentado... en todo su ser.




Imagen: Gato romano en el centro de acogida de Torre Argentina (Febrero 2007).

miércoles, 16 de junio de 2010

Con el estilo de Catulo (modestia a parte).

A Venus:



Catulo escribía a Lesbia con todo su amor, pero el pobre no fue correspondido en su ciego amor. Este texto alaba la superación de Catulo, todos con el tiempo podemos, debemos superar el pasado y afrontar una nueva época que nos deparará sorpresas ¿buenas? ¿horribles? Lo importante es que no nos dejen indiferentes...


Prometí no escribir más sobre ti, mas no puedo. La oscuridad me habla,
la soledad conversa conmigo.
Ahora, todo se complica. Te miro y te deseo, te deseo y sueño, sueño y muero.

Controlo mi locura que me pide besarte, la razón suplica sólo abrazarte, el sentido común amarte como amigo, cómplice de secretos y maliciosas tretas.

Pero todo acabó, unas palabras mágicas y todo desaparece ¡Adiós, Lesbia! ¡Adiós, Venus!

martes, 15 de junio de 2010

Transformaciones

Otra vez aquí, esperando, siempre igual.
Mujeres de bella cara y bella alma
luchando y perdidas en la búsqueda
de la felicidad.

Los molinos en lo alto de la loma
se transforman en gigantes,
el café, en droga necesaria
para comenzar a pensar.
La izquierda, en el poder,
se metamorfosea en reaccionarios
sin escrúpulos, como ya profetizó Orwell.

Los fumadores asemejan locomotoras
de esas del Oeste o la España de postguerra,
emanando humo al quemar sus pulmones.
Cadáveres con razón que vagan a ritmo de caladas.

Las arañas se convierten en compañeras de mi soledad,
los mosquitos en amigos de sangre,
esa roja sangre que tanto les gusta, y que
otros bichos de esta sociedad
ansían con delicia.

El pez se transforma en menú,
la manzana adornará la tarta,
el árbol se transmuta en azucarillo,
el diamante lucirá en tus manos.
Los imbéciles acabarán en la tierra o
evaporados en el aire.

Todo se transforma y todo perece
y desaparece,
el lápiz made in Taiwan con el que escribo,
el cuaderno donde escribo,
cuyas hojas se descompondrán,
primero amarillentas,
luego víctimas de los papirófagos
si antes el carboncillo no se ha emborronado
y transforma las palabras en ininteligibles manchas que
en su origen descifraban un mensaje.

Hasta los dedos que articulan estos versos
se agrietarán y desaparecerán para siempre
como la falla que el fuego devora y
la convierte en cenizas, en nada.




Foto: Falla Benicalap, Nit del Foc 2010... como la falla que el fuego devora y la convierte en cenizas, en nada.

lunes, 14 de junio de 2010

El amor en Catulo

La otra noche leía a Catulo y pensé: "este tío era más romántico que Bécquer". Así que, decidí transcribir dos de sus poemas que, podríamos encasillar en lo que es el día y la noche en el amor. No tienen desperdicio, espero sean de vuestro agrado. Como diría el romano Catulo: valete.



Vivamos, Lesbia mía, y amémonos, y no nos importen un as* todas las murmuraciones de los ancianos ceñudos. Los soles pueden ponerse y volver a salir; pero nosotros, una vez que se apague nuestro breve día, tendremos que dormir una noche eterna. Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego cien más, luego todavía otros mil, luego cien, y finalmente, cuando lleguemos a muchos miles, perderemos la cuenta para no saberla y para que ningún malvado pueda aojarnos al saber cuantos han sido los besos.


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Dice mi amada que con nadie quisiera unirse más que conmigo, ni aun si el mismo Júpiter se lo pidiera.
Lo dice, pero lo que una mujer dice a su ardoroso amante hay que escribirlo en el viento y el agua rápida.



*Esta expresión la podríamos actualizar como "me importa un pimiento". El as era una moneda de bronce de mínimo valor.




Foto: Los amantes de Roma (Febrero de 2007). Ciertamente me gustaría saber que fue de estos jóvenes que fotografié en la colina del Aventino.