El valle

Anduvimos como pastores perdidos,
perdidos en los prados de la pureza.
Pastaban los obscuros asturcones
y balaban las lanosas ovejas.

Las casinas se apiñaban
entorno al riachuelo
y las montañas
parecían precipitarse en un paso sempiterno, silencioso.
El Naranjo, se mostraba omnipotente,
amenazador y presuntuoso.
A su pie, en aquella destartalada cabaña
contemplamos la lucha entre el cielo y la tierra.
Ese ejército de nubes aguerridas
chocando contra la ciclópea sierra.

Oíamos el crepitar de las hojas al caer
y entre las ramas, al céfiro ulular.
Percibimos el canto del agua golpear
suavemente las piedrinas.
Escuchamos el rumor de la Naturaleza
en aquella quebrada rebosante de belleza.

Rincón evocador como ninguno,
cobijo evocador de la vida.
Único. Luminoso. Silvestre.
Cierro los ojos. Deseo sentirme parte de ese todo que
en los mapas se escribe Bulnes.

A pesar de todo, el mejor recuerdo fue tu sonrisa
al empaparnos bajo el orbayu.