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miércoles, 30 de junio de 2010

Noche de estrellas, grillos y algo más

Me gusta sentirme desnudo bajo las sábanas,
como segunda piel en la noche fresca y mágica,
llegando a través del ventanuco el cántico monótono de los grillos,
vocecitas que intentan decirme que no estoy solo en la noche,
clara y estrellada.
Contemplo centellear a las rojizas Antares y Betelgeuse
en la titánica negrura sideral e interminable del incomprensible universo.

Cierro los ojos y te imagino a mi lado, sonriendo y
comparto esa sonrisa que
ilumina tus ojos como candiles de vidrio anaranjado,
ese tono sincero de los ancestros de un pueblo elegido.

Pienso en multitud de cosas.
Tus lisonjas inmerecidas,
tus cabellos cobrizos como fundidos en el bronce noble,
tus cicatrices en la carne y en el alma que
generan esa desconfianza hacia lo desconocido pero también hacia lo conocido.

Me gustaría saber si piensas en mí como yo lo hago en ti,
si tienes esos mismos sueños que atormentan mi amargura
y ensalzan mi felicidad, pasajera,
pues me sumo en la tristeza tras el deleite...
sería egoísta, propio del hombre, destructor de la Naturaleza que nos rodea, querer eso
pero no desearlo fervoroso,
pues las ilusiones son lo único y postrero que subsiste en aquellos que vivimos de eso, de ilusiones...
quizás repugnante envidia, infundada pasión.

Ya no concibo un mundo sin ti, me resultaría agónicamente incierto,
sin sentido ¿o tiene la vida sentido?
Los que queremos vivirla así, nos sale todo del revés, como
esa camiseta que pones en reverso antes de introducirla en la lavadora...
ese sentido que leo en tus afirmaciones, templadas, decisivas, enteras, puras.
Ni máscaras de carnaval, ni mentiras piadosas,
ni roles de segunda clase, ni actuaciones de tercera,
ni melodramas de culebrón.

No suena el teléfono, y ya se cierran los ojos, imagino, imagino y
he ahí los grillos a coro.
Y allá, en el infinito parpadean las estrellas en su sempiterna existencia,
de evos y evos, ajenas a la miseria de los minúsculos granitos de arena,
pobres ilusos, que hacen de insignificantes momentos
la esencia inescrutable de la vida.

Ni las gigantes rojas, ni las supernovas o
las enanas blancas me afectan más que tú,
astro que ilumina mi lóbrega y abuhardillada habitación.
Miro por la ventana y respiro hondo.
Cierro los ojos y te contemplo.
Hasta la próxima, estrella fugaz.



Imagen: La noche estrellada de Vicent Van Gogh

lunes, 28 de junio de 2010

Cartas a Paulo (28 de junio 2763 Ab Urbe Condita)

Ave Paulo,

Espero que tus victorias sobre el Caos sean certeras, si es que se puede vencer al Caos. Házmelo saber, préstame tus armas, confío en tus conocimientos, aunque sean caóticos, para conseguirlo.