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domingo, 15 de agosto de 2010

A los 33

En la remota mina de cobre de San José en Copiapó (Chile) hace ya unos diez días están atrapados treinta y tres mineros, esperando agónicamente su rescate.
En un principio la cosa es poco halagüeña, pues los mineros sólo contaban con víveres para sobrevivir unos dos días, aunque la esperanza no se ha perdido.

Ante la expectación, todo el mundo piensa en un rescate satisfactorio, la gente, allá en Chile, cuenta las horas para que estos trabajadores regresen con sus familias y puedan volver a ver el claro cielo del país andino.
En las redes sociales del cyberespacio se ha hecho eco de la noticia y existen grupos de apoyo moral a la causa. Una amiga escribió acertadamente unas palabras prodigiosas que aquí reproduzco:
“fuerzas a esos amigos que están viviendo esta situación tan terrible o mejor dicho indescriptible...los segundos deben ser eternos para ellos...pero pronto estarán a salvo y estos grandes hombres serán unos grandes héroes, héroes para el mundo entero...”.

Ya de por sí, trabajar a unos 700 metros bajo el nivel del mar ya es una proeza, y siempre se ha de clasificar de héroe a aquél que arriesga su vida en jornadas laborales sempiternas.
En un artículo sobre este fatídico episodio podemos leer:

“El reciente desastre minero, en la mina San José, no es una casualidad. Es la consecuencia lógica del modelo de saqueo, depredador y explotador, impuesto desde el momento mismo del golpe de 1973, por el imperialismo y las transnacionales, que obliga por la racionalidad propia del capital, maximizar las utilidades, a llevar, incluso traspasar, el límite físico factible de las condiciones materiales de la relación de explotación”.

Amiga mía, cabe escuchar palabras como las tuyas en momentos difíciles, pero es evidente que, en ocasiones, evitar estas catástrofes (y se pueden evitar) sería lo mejor para todos… eso sí, estos hombres ya son de por sí, héroes, y el trabajo en la mina es por decirlo de alguna manera, el trabajo más peligroso del mundo.
Eso sí, entiendo y apoyo de todo corazón esas expresiones, y espero, como muchos otros, que estos trabajadores estén sanos y salvos, pero sólo eso el tiempo lo dirá, y mañana conoceremos la respuesta ¡Ya queda menos!

Mi amparo incondicional a todos esos seres humanos que sufren este accidente, mi más fuerte de los ánimos a los 33, que atrapados esperan liberarse de toneladas y toneladas de tierra, y aún allí, yacentes en el subsuelo, nadie se ha olvidado de ellos. Que se acuerden ahora, pero que se acuerden siempre, en todo momento, para evitar que en un futuro suceda algo semejante.

Por cierto, querida amiga, tus palabras fueron las que me inspiraron escribir esta humilde entrada ¿Quién te inspiro a ti? Quizás la buenaventura que siempre portas contigo.

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