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lunes, 23 de agosto de 2010

Una nota de esperanza, escrita en rojo, el amor por la supervivencia.

[A los 33]

En las entrañas de la Tierra, a dos pasos del mismísimo Infierno se encuentran treinta y tres hombres, vivos de milagro dicen, vivos en su resistencia y en su natural ansia de sobrevivir, proclamando: “estamos bien en el refugio los 33”. Vivos en su fe, en el amor de retornar a besar fervorosos a sus mujeres, de abrazar a sus hijos, de volver a compartir momentos junto a sus amigos... de volver a saborear la "cola de mono", de volver a sonreír contemplando los Andes imperecederos.

La noticia llegó como un soplo de aire fresco en una tarde calurosa, llegó como la paloma de Noé, con su ramita de olivo en el pico, llegó como la resurrección de Lázaro, llegó bajo la forma de una nota de papel ajada donde los mineros garrapatearon un mensaje de esperanza en letras rojas y torpes, pero portadoras de un afán, de una lucha por regresar al mundo de los vivos. Un mensaje pegado al hierro de una perforadora, único testigo de que ellos todavía siguen con vida, allá, abajo, en el estómago de la montaña, en lo que parecía ser su segura sepultura.

Esa nota ha sido vista ya, hoy, por todo el mundo. Ha conseguido que la gente se aglomere frente al televisor, juntos, unidos aún más, con lágrimas emotivas en sus ojos, pasionales, clamando al Cielo con millones de gracias, de muchas gracias... abandonando ese estado de aflicción que tantos días han llevado consigo, como una losa pesada, como un incómodo compañero de viaje que ahora despiden con la esperanza de no volver a ver jamás. Berrean los claxon de los automóviles por la ciudad, por los pueblos, por los campos... las sirenas de los bomberos toman voz, las estridentes sirenas de murmullo metálico y bocinero se transforma en música milagrosa, en música celestial, vaticinando que treinta y tres vidas se han recuperado. Repican las campanas de todas las iglesias de Chile, congregando a los fieles, fieles a la vida y a la justicia. Bailan, suben, bajan, con sus rígidas faldas de bronce... ¡Las campanas de la alegría! ¿Por quién doblan las campanas? Preguntaría Hemingway... hoy doblan por la vida de unos hombres, feroces, que se han resistido a morir, que se niegan a perder toda ilusión, orgullosos de querer volver a admirar el azul, el rojo y la estrella.

Ahora hay que ser pacientes... los treinta y tres saben que toda una nación están pendientes de ellos, que no han sido dejados a su suerte, y que los esfuerzos son máximos para que ellos salgan de la penumbra, de esa situación angustiosa de ser enterrados en vida. Respiran un aire pesado, seguro, un aire que ha pasado de la pesadumbre de la muerte al anhelo de la vida. Entumecidos, agotados, sudorosos, con sus ojos acostumbrados a la oscuridad total... pero sabiendo que pronto, quizás en meses, pero pronto, meses que parecerán años ¿Cómo debe transcurrir el tiempo en semejante escenario?

Pronto sentirán esa brisa en su agrietada piel, pronto se alimentarán en amplias bocanadas de oxígeno, sentirán el agua deslizarse por sus poros mohosos, sentirán el calor y el cariño de sus seres más cercanos, de sus compañeros, de sus conciudadanos, de todos los trabajadores del planeta, de todos aquellos que todavía conservan cierto resquicio de respeto y dignidad.

Y por favor pido. Si un drama de este calibre acaba en final feliz, en el alboroto, en la sonrisa de todos... se deben tomar medidas drásticas para evitar que algo así suceda de nuevo. Los intereses de unos pocos no pueden prevalecer por encima de la vida de unas personas que día a día dejan su piel, dejan su pellejo... es lamentable que tengamos que experimentar estas convulsiones en el corazón, este sabor amargo, este desprecio que algunos hombres sienten por otros, fundamentando sus caprichos materiales en la explotación discriminada de los necesitados, de aquellos que debemos afrontar lo cotidiano como la aventura más grande jamás escrita.

Los treinta y tres trabajaban en las entrañas de la Tierra, a unos pocos pasos del mismísimo Infierno, cerca de la caverna que alberga a Cerbero, seguro, con sus tres cabezas: la hipocresía, la explotación y la falta de humanismo. Los treinta y tres viven allá abajo, viven, sí, y pronto volverán a estar entre nosotros, muy pronto.

Un hálito de ánimo desde el otro lado del océano.




Imagen: la nota de la esperanza.

3 comentarios:

  1. Linda nota :)
    Saludos desde Chile

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  2. gracias,gracias y mil gracias . un abrazo escritor .


    luis moreno

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  3. ...."Señor, que sepa tener el corazon desprendido de las cosas de la tierra, para poder tenerte a ti como la mayor riqueza, y sepa usar de las cosas de manera ordenada, y me liberes de mi mismo y de mis miserias internas, de mi falta de c ...aridad" [oracion para los empresarios]

    AMEN

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