El sol se filtra a través de las persianas, los pajarillos corretean por el tejado, cantan, me despierto, poco a poco vuelvo a la vida, abandonando mi yo onírico, el yo lejos de las preocupaciones, el yo que no se cansa y se relaja. Mas que saltar de la cama titubeo, un minuto, dos, tres, retiro el edredón con hastío, me incorporo despacio, siento mi cuerpo entumecido, estiro los brazos, bostezo hasta el punto de dejar de respirar, primero una pierna, luego otra, camino hacia el baño, ducha caliente, me quedaría ahí toda la eternidad con el murmullo del agua y sus caricias. Activo la cafetera que carraspea al producir la matutina ambrosía, el primer chute del nuevo día.
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